No. Una palabra tan corta y sin embargo tan complicada de decir. Como profesional me he encontrado en muchas ocasiones con ganas de pronunciarla a gritos, ofreciendo sin embargo un silencio a cambio. Es como si una alarma interna te estuviera avisando: no lo hagas, no es interesante, no te aportará nada, no es buena idea. Aunque al final, accedes.

¿Por qué es tan complicado decir que no?, ¿por qué seguimos haciéndolo aún cuando sabemos que no va a salir bien?.

Miedo

En principal problema es que tanto el miedo como la percepción negativa a decir que no únicamente existe en tu cabeza. La inmensa mayoría de personas no se toma un no como algo personal.

En mi experiencia he llegado a la conclusión de que en esencia se trata de un problema de confianza en uno mismo, es decir, miedo. ¿Miedo a qué te puedes preguntar?. Miedo a perder una oportunidad. Miedo a quedar mal y que no sigan contando contigo. Miedo a no tener ningún otro proyecto que desarrollar. Miedo a la incertidumbre y al cambio. Este miedo es tan poderoso que hace que prefiramos lo malo conocido a lo bueno por conocer, aún cuando sabemos que la incertidumbre y el cambio son el único camino para mejorar.

Otro punto importante es la percepción del “no” como algo negativo, absoluto, sin posibilidad de vuelta atrás, casi como un insulto. Desde luego esto no es así. Si dices no a un proyecto es exclusivamente a ese proyecto, nada más. Si educadamente declinas una oportunidad de cualquier tipo estás diciendo, gracias ahora no, pero puede que en un futuro, si. No hay nada malo en ello.

El principal problema es que tanto el miedo como la percepción negativa a decir que no únicamente existe en tu cabeza. La inmensa mayoría de personas no se toma un no como algo personal. Esto lo he experimentado muchas veces.

De todas formas es bien sabido que el miedo es de las emociones mas poderosas que existen y no conviene subestimarlo. Por ello, encuentro que en la búsqueda de aprender a decir “no”, es mejor centrarse en algo más positivo: decir si.

Tiempo.

Decir no es la única forma de crear tiempo. Tiempo para ti, tiempo para tus seres queridos, tiempo para lo que quieras.

Todos contamos con 24 horas a lo largo del día. Es de los pocos factores en los que todos los seres humanos somos iguales. Cada segundo de esas 24 horas forma el recurso más valioso del que dispones: tu tiempo.

Si te dijera que hay una forma de crear tiempo extra no te lo creerías —y con razón—, pero es así. Decir no es la única forma de crear tiempo. Tiempo para ti, tiempo para tus seres queridos, tiempo para lo que quieras.

Pongámoslo de otro modo. Decir no es decir si a lo que quieras ser. Decir si a la versión de ti mismo que tienes en tu cabeza. Decir si a esa idea o proyecto que siempre has querido comenzar y nunca has podido por falta de tiempo.

Decir “no” es la única forma de poder acceder y explotar todo tu potencial y nadie lo va a hacer por ti, tenlo claro.

Respeto

Contrariamente a lo que puedas suponer, decir “no” hace que instantáneamente seas percibido con mayor respeto porque los demás verán que defiendes tu tiempo y sobre todo que eres autentico. Esa falta de disponibilidad temporal te posiciona por encima de la media, te hace destacar.

Más importante aún. Al decir “no” a algo que crees que no te conviene te estás respetando a ti mismo. Estás poniendo una barrera entre tu y el cliente, persona, proyecto o idea que no te aportará nada o que incluso es tóxica.

Cómo decir que no

Ya conocemos algunos de los motivos por los que cuesta tanto decir “no” y los disparadores psicológicos tan poderosos que hay detrás. Ahora bien, ¿cómo se dice que no?.

Hay quien prefiere decir “no” sin dar explicaciones para no entrar un debate o discusión. Personalmente encuentro esa forma de ser un tanto radical.

La manera en la que yo me encuentro más a gusto es diciendo “no” educadamente y explicando los motivos, pero con un tono que deje ver claramente que no hay más que hablar, que es mi última palabra. Algo así como:

Muchas gracias por la oportunidad y por contar conmigo, pero leyendo el briefing no creo que pueda aportar ningún valor añadido al proyecto. Lamentablemente tengo que declinar tu propuesta aunque estoy seguro que podremos colaborar en el futuro.

Otra de las opciones —un poco menos agresiva— es hacer ver que no dispones de tiempo para comprometerte en un proyecto:

Muchas gracias por la oportunidad y por contar conmigo. He leído el briefing y aunque me parece un proyecto interesante, en este momento no dispongo del tiempo suficiente como para comprometerme con garantías. No seria justo por mi parte. Gracias de nuevo por haberte acordado de mí, estoy seguro que podremos colaborar en el futuro.

Es así de sencillo. En apenas unas líneas estás diciendo que no a algo que no es interesante para ti con sinceridad, honestidad y educación. Estás siendo autentico. Os lo digo por experiencia, cuando uno recibe una respuesta de este tipo, el respeto por la persona que lo envía aumenta y, lejos de tacharlo o añadirlo a una imaginaria lista negra, quieres volver a contar con el.

Conclusión

Hemos visto que decir “no” puede parecer complicado aunque no lo es, sobre todo cuando se entiende a lo que se le dice “si” al decir “no”.

No se pude negar que hay un gran factor de liberación en decir “no” a lo que sabemos que nos hace daño. Es como romper unas cadenas que nosotros mismos nos hemos puesto y comenzar a tomar las riendas de nuestra vida.

Se acerca un nuevo año, un nuevo comienzo. Qué mejor manera de comenzarlo que diciendo “no” conscientemente a lo que no te interesa y usando ese tiempo —tu tiempo— para salir de tu zona de confort y crecer. Es una decisión de la que jamás te arrepentirás.