Uno de los mayores errores que cometemos las personas es confundir planificar con avanzar.

Todos disfrutamos organizando y anticipando lo que haremos en el futuro, pero pocos damos los pasos reales necesarios para cristalizar esos objetivos.

Un ejemplo: supongamos que quieres profundizar en el mundo del desarrollo Web y por eso has elegido Vue como tu framework JavaScript de cabecera.

Excelente elección.

Para creer que estás avanzando en tu objetivo —aprender a utilizar Vue— buscarás los mejores cursos, libros y artículos sobre esta herramienta y compararás los precios y las reviews durante días. Es importante elegir el mejor material —pensarás—.

Teniendo claro el material, llegará el turno de planificar en qué momento del día dedicarás el tiempo necesario a tu objetivo. Para esta tarea, lo mejor es utilizar unas cuantas —cuantas más, mejor— App tipo todolist o calendario y así crear un workflow completo para un año entero.

Luego podrás imprimirlo todo, pegarlo en la pared y sentirte orgulloso/a. Las dos semanas dedicadas a tu plan maestro sin duda habrán merecido la pena.

Cuando llega el primer día designado en tu calendario y —por fin— vas a aprender a utilizar Vue, te darás cuenta de que estás cansado/a. Es mejor no comenzar en estas condiciones —te dirás—. Estudiar requiere la mayor concentración.

No pasa nada, mañana seguro que todo irá mejor.

Al día siguiente ocurre algo parecido: no te sientes con ganas. Ya sea porque has tenido un mal día o, sencillamente, porque no te apetece, no eres capaz de dar el primer paso real en tu objetivo.

Tras cuatro días y ningún avance, decides dejar tu super plan de lado y esperar a estar motivado/a para volver a ponerlo en marcha.

El problema es que la motivación nunca llegó.

Los días, semanas y meses se deslizaron por el calendario convirtiendo tu objetivo y tu plan para llegar a él en reliquias del pasado.

No lo admites pero te sientes avergonzado/a. No entiendes nada. Estabas entusiasmado/a mientras planificabas. Ibas a dominar Vue en cuestión de días. Sin embargo, a la hora de la verdad, siempre encontraste una excusa para no dar el primer paso.

Se trata de una confusión tan trágica como común: no distinguir entre movimiento y acción.

Visualizar el beneficio futuro

A todos nos gusta planificar. Ya sea un viaje, un evento o una meta personal, el cerebro humano es muy bueno anticipando el beneficio futuro de lo que sea que estemos organizando.

Puedes estar semanas planificando tu rutina de gimnasio perfecta, desde el sofá de tu casa. Espero que captes la ironía.

El motivo: planificar es cómodo. No requiere ninguna acción concreta en ninguna dirección. Como se trata de algo productivo y de alguna forma relacionado con lo que quieres conseguir, te sientes bien mientras lo haces. Tendrás una falsa sensación de avance.

El problema es creer que planificar en sí te va a acercar a tus objetivos.

No te auto-engañes más. Si tu objetivo es escribir una novela pero no te sientas a escribir cada día, ni toda la planificación y organización del mundo te servirán de nada.

Planificar es necesario, sin duda, pero sin acción es sólo una vacía declaración de intenciones.

Gratificación instantánea

¿Por qué entonces nos gusta tanto planificar pero cuando llega el momento de hacer nos echamos para atrás?.

Gran pregunta. La respuesta está relacionada una vez más con nuestro cerebro y sus preferencias por la satisfacción del momento por encima de la del futuro. Este fenómeno se llama gratificación instantánea.

Cuando planificamos cómo perder peso, aprender JavaScript, escribir una novela o dar la vuelta al mundo, nuestro cerebro anticipa las sensaciones, beneficios y satisfacciones futuras que esos objetivos traerán a nuestra vida.

Cuando llega el momento de ir al gimnasio, arrancar WebStorm, escribir 500 palabras o ir a la agencia de viajes, la cosa cambia. Ya no se trata de acciones en el futuro, se trata del ahora. Y en el ahora el cerebro prefiere la rutina conocida y, generalmente, el mínimo esfuerzo.

Esto se conoce como el efecto Akrasia, es decir, actuar en contra de nuestra propia planificación. Hacer A aunque sepamos que deberíamos hacer B. Ejemplo: quedarte viendo Netflix aunque sepas que deberías estar en la cama hace rato.

Akrasia está íntimamente relacionada con la procrastinación. Ambas lo están con la gratificación instantánea que ya te he descrito. En el ejemplo anterior, el cerebro prefiere la satisfacción del momento que le produce ver tu serie favorita a la satisfacción futura que le traerá levantarte una hora antes y aprender JavaScript.

Comienza con algo tan pequeño que no puedas decir no

Ahora que conoces los motivos por los que el 90% de las personas no continúan con sus propósitos de año nuevo pasado un mes, quizá te estés preguntando: ¿qué puedo hacer al respecto?.

No puedes ir en contra de tu propio cerebro, pero sí que puedes aplicar estrategias para minimizar los efectos de todo lo que he descrito. De entre todas ellas la que mejor me ha funcionado es también la más sencilla: 1%.

Ya sabes que cuando llegue el momento de poner en marcha lo planificado, tu cerebro, ante esa decisión, preferirá lo conocido, la gratificación del momento. Ahora bien, si esa decisión requiere una acción tan pequeña que pueda parecer ridícula, tu cerebro no podrá decir no.

Entra en acción ahora

Sea lo que sea lo que quieras conseguir,

  1. Elige un objetivo. El que quieras.
  2. Arranca el contador/cuenta atrás de tu smartphone para dedicar un máximo de quince minutos a planificar y escribir qué acción diaria te llevaría a conquistar esa meta.
  3. Reduce esa acción a su mínima expresión. En serio, la mínima.
  4. Al día siguiente, y siempre a la misma hora ejecuta esa acción.
    • Si no eres capaz de ejecutarla, reduce aún más la acción que has decidido. Sigue reduciendo hasta que puedas llevar a cabo esa acción cada día.
    • Cuando consigas hacer durante varios días, aumenta el alcance de tu acción poco a poco hasta llegar a su versión completa.

Todo esto parece muy abstracto pero en realidad es muy sencillo. Ejemplo:

  • Objetivo: aprender JavaScript.
  • Planificación: estudiar los libros de Kyle Simpson (YDKJS) durante una hora como primera acción del día.
  • Acción (v1): sentarme frente al ordenador y arrancar la Web de los libros. Hazlo y ese día será un éxito. Nada más.
  • Acción (v2): sentarme frente al ordenador, arrancar la Web de los libros y leer una página.
  • Acción (v3): sentarme frente al ordenador, arrancar la Web de los libros y leer dos páginas.
  • Acción (v4): sentarme frente al ordenador, arrancar la Web de los libros y leer tres páginas.
  • Acción (v5): sentarme frente al ordenador, arrancar la Web de los libros y leer un capítulo.

La clave es que nunca es sólo una página. Nunca es sólo un minuto. Nunca es sólo una flexión. Nunca es sólo arrancar el programa. Una vez vencida la resistencia inicial (placer instantáneo y rutina conocida) todo el proceso se vuelve más sencillo y siempre haces más.

Puedes reírte de este método o pensar que es la mayor imbecilidad que has leído. Lo respeto. En mi experiencia, los micro-cambios graduales (1% mejor cada día) son la clave que me ha permitido hacer más y mejor.

Conclusión

Puedes pasarte la vida planificando lo que vas a hacer y anticipando en quién te vas a convertir. Nada de eso se hará realidad sin ejecución.

Tienes que entrar en acción.

Decide qué o quién quieres ser y actúa dando pequeños pasos en la misma dirección cada día. ¿Cómo de pequeños?, tan pequeños que consigas engañar a tu propio cerebro.

Ahora ya sabes cómo.

Referencias