Sin duda alguna, el hábito que más me ha costado crear y mantener es el de dedicar todos los días tiempo a aprender algo nuevo. Esta obligación auto-impuesta resulta frustrante al principio e incluso incomprensible en determinados momentos, ya que al toparte con conceptos complicados o que exigen un esfuerzo de forma continuada, te llegas a replantear tus propios propósitos.

De todas formas y aunque parezca increíble, si eres constante, sin que te des cuenta se crea una necesidad por aprender un poco más. Eres consciente de ello, por ejemplo, cuando conduces de vuelta a casa esperando tener tiempo para poder leer ese artículo o completar la parte final de ese curso, que te ha tenido absorbido durante semanas en lugar de tirarte en el sofá. O cuando te llevas la tablet a la cama para seguir viendo un screencast sobre Laravel en lugar de leer literatura de ficción.

Lo que antes era una obligación se ha transformado en una necesidad.

Educación constante

A falta de un nombre mejor, llamaré a esta mentalidad, educación constante. Si tuviera que definir qué es la educación constante con mis palabras, diría:

La necesidad personal de expandir de forma progresiva los propios conocimientos, de forma voluntaria y por la mera satisfacción de aprender.

Esta definición choca frontalmente con el modelo de educación formal que todos conocemos y que a todos nos ha sido inculcado. Dicho modelo se basa en absorber una determinada cantidad de conocimientos en un periodo de tiempo, para luego mantenerlos casi intactos o con ligeras actualizaciones. Por ello, todos, en mayor o menor medida, estamos predispuestos en contra de una idea como seguir aprendiendo de forma voluntaria. ¿El motivo?, nadie quiere salir fuera de su zona de confort.

La zona de confort

La zona de confort es aquella zona en la que nos encontramos seguros, en la que controlamos, nada se nos escapa y que conocemos de principio a fin. Es una zona que hemos ido conquistando, donde lo tenemos todo aprendido y que también nos ha conquistado a nosotros.

Aunque esta definición de zona de confort no lo menciona directamente, la palabra conformismo se lee entre líneas.

Un hábito de educación constante, por su propia naturaleza, hace que la zona de confort se expanda cada vez más, muy poco a poco. La parte más complicada es que precisamente por ello uno siempre está fuera de ella. A veces lejos o a veces sólo a unos pasos, pero nunca reside en su zona de confort por mucho tiempo. Por suerte o por desgracia es la única forma de ampliar conocimiento, es la única manera de progresar realmente.

Ya hemos visto que, por lo general, estamos acostumbrados a absorber los conocimientos necesarios para habitar en una zona de confort de la que casi nunca salir, salvo para pequeños paseos controlados. Por lo tanto es normal la reticencia ante una idea como la educación constante, ¿quién puede querer vivir siempre fuera de su zona de confort?.

Sin embargo, aunque estar siempre fuera de tu zona de confort produce inseguridad e incluso algo peor como el síndrome del impostor (que veremos luego), es una verdad universal que, las cosas «buenas», es decir, el crecimiento, ocurre siempre fuera de la zona de confort.

Aprender a aprender

Si quieres formar el hábito de conocer y aprender de forma constante día tras día, pronto te darás cuenta de que, aparte de ampliar tu zona de confort, lo más difícil es cambiar tu mentalidad. Reconocer que uno desconoce, que es ignorante, que no lo sabe todo, es duro.

En la sociedad actual el aceptar la propia ignorancia se asocia a la debilidad y al fracaso. Todos, en mayor o menor medida, queremos proyectar una imagen de autosuficiencia.

Personalmente, lejos de considerar mi ignorancia como algo que deba esconder a toda costa, la uso como punto de partida para aumentar mis conocimientos. Reconocer ante mi mismo y ante los demás que no lo sé todo me ayuda a ser humilde y me libera de tener que seguir fingiendo ser alguien que no soy, quedando así libre ante el conocimiento. Nadie puede aprender nada si ignora su propia ignorancia.

Sin embargo, ser humilde es solo la mitad del trabajo. Hay otro factor vital que debemos cultivar sin el cual es prácticamente imposible crear un hábito sostenible de educación constante.

La curiosidad

Me atrevo a decir que la mayoría de los avances de la humanidad han sido logrados por personas movidas y motivadas por la curiosidad. Es el precursor del avance en cualquier campo.

Esa sed de conocimiento es lo que diferencia a un buen profesional de un gran profesional. Un profesional que no se apaga cuando termina su horario laboral, sino que siempre, en mayor o menor medida, busca activamente la forma de mejorar.

Al igual que cualquier otra aptitud, la curiosidad se puede (y se debe) ejercitar. Cómo no, la mejor manera de fomentar la curiosidad es leer, investigar, probar, aprender, conocer. Esto sólo ocurre cuando estamos motivados, cuando hemos encontrado algo que nos apasiona y nos atrae profundamente.

La motivación

Es muy complicado mostrar interés por algo que no te motiva. A pesar de ello hay muchas personas a las que les pagan por hacerlo, 8 horas al día. ¿Esas personas seguirán fingiendo interés cuando termine su jornada laboral?. No.

En mi experiencia la verdadera motivación surge por varias razones.

  1. Proyección personal en el futuro.
  2. Percepción de la progresión.

Seguro que en muchas ocasiones te has imaginado haciendo algo que te gusta o te gustaría hacer. Te has visto haciéndolo, has anticipado las consecuencias que traería a tu vida, te has proyectado en un nuevo escenario y lo que has visto te ha agradado. Te imaginas tu vida de esa forma. Esto es lo que quiero decir con proyección personal en el futuro. Es un fenómeno realmente poderoso.

Por otro lado, es un hecho científico demostrado que cuando somos conscientes de nuestros avances estamos más motivados para seguir avanzando. Es como una cadena. Uno mira hacia atrás y ve como poco a poco ha ido progresando. Esa «visión» mental del progreso adquirido alimenta los esfuerzos para seguir avanzando.

Entonces, lo único que hay que hacer es encontrar algo que nos motive y en lo que seamos competitivos. Recalco esto último. Siempre he pensado que el «follow your passion» es un mal consejo. No sólo importa la pasión, hay muchos más factores, menos románticos y más lógicos, por eso nunca se mencionan.

En mi caso, me ayudó mucho preguntarse a mi mismo ¿cómo me veo dentro de 5, 10, 15 años?. O ¿qué me veo haciendo hacia el final de mi vida?, o ¿cómo me gustaría ser recordado?, o ¿cuál será mi legado a este mundo?. Son preguntas tremendamente existenciales, pero hay que responderlas. Tómate tu tiempo.

Síndrome del impostor

Algún día dedicaré una entrada únicamente para hablar de este devastador fenómeno psicológico que me ha afectado (y me sigue afectando) en muchos momentos de mi vida y que puede afectarte a ti.

Siendo breve, el síndrome del impostor nos hace ver que cualquier logro o triunfo que hayamos conseguido ha sido por suerte, casualidad o una mezcla de las dos. Te hace ver que los demás saben mucho más que tú, que hasta ahora te has mantenido pero que pronto se darán cuenta del fraude que representas.

Creo que este síndrome se da sobre todo en profesionales de mundos tan cambiantes y que evolucionan tan rápido como el mío. La razón es que, para mantenerte en cierto nivel tienes que prestar atención a muchas tecnologías, técnicas, novedades y demás. Hace que nunca residas en tu zona de confort.

Mantenerte activo en tantos frentes genera una sensación de que realmente no dominas nada, que no hay una base o unos cimientos sólidos y que éstos pronto se van a derrumbar.

Si mi experiencia sirve de algo, diré que aunque a veces me sigo sintiendo así, me he dado cuenta de que realmente nadie sabe muy bien lo que está haciendo y que desde luego nadie te está juzgando.

Mi método de aprendizaje

Considero que esta es la parte menos importante del artículo, ya como comentaba en mi entrada sobre productividad personal, hay infinidad de métodos y el mío es francamente mejorable. Es únicamente una de las muchísimas formas de tener un procedimiento lo más sencillo posible para planificar el qué, cuándo y el cómo.

Por todo ello y al igual que con la formación de cualquier otro hábito, es imprescindible tener listo un método o plan realista que seguir. Esto nos servirá para mantenernos motivados en la fase inicial (la más delicada) así como baremo para poder valorar si lo estamos haciendo bien o mal (y el porqué).

En mi caso particular, divido el material que debo consumir en dos categorías:

  1. Contenido cuyo tiempo de lectura sea inferior a 30 minutos. Generalmente artículos.
  2. Contenido de largo recorrido. Cursos, workshops, libros, etc.

Para el primer tipo de contenido, uso una herramienta llamada Pocket. En ella guardo los artículos interesantes que filtro de mis feeds (uso Feedly). Todos los días por la mañana sobre la misma hora (importante para cimentar un hábito) intento leer aunque sea un artículo de mi pila de artículos por leer. Si es interesante lo comparto vía Twitter (uso Buffer) y lo guardo en mi colección de recursos, con etiquetas y descripción para facilitar una consulta posterior (uso Delicious).

Pocket de ayudará a no perderte nada interesante.
Pocket de ayudará a no perderte nada interesante.
Para el segundo tipo de contenido, el de largo recorrido, establezco un plan y una cronología/jerarquía para llevar un orden y saber qué estoy aprendiendo y qué voy a aprender después. Para lograrlo uso una herramienta llamada Trello.

Con Trello planifico lo que estoy aprendiendo y lo que voy a aprender.

Una vez más, trato de usar, por todos los medios, las primeras horas de la mañana para ello, aunque no siempre me es posible. Dedico más o menos una hora u hora y media al día, y voy avanzando en ese material hasta finalizarlo.

Para afianzar lo que voy aprendiendo, tomo apuntes de todo. Aunque en un inicio comencé tomando notas digitales con Evernote y Simplenote, me he dado cuenta de que, en mi caso, escribir en una hoja de papel me ayuda a retener y a modelar mejor mentalmente lo que estoy aprendiendo. Uso una libreta para tomar notas en «sucio» y luego otra de más calidad para pasar a limpio esas notas, que es lo primero que hago antes de comenzar a estudiar cada día: repasar el día anterior.


Notas rápidas en la izquierda. En limpio en la derecha.

Aunque siempre se ha aconsejado el mezclar materiales y materias, a mí personalmente no me funciona. En mi caso, elijo un material y no paso a otro hasta que no lo acabo y considero que estoy satisfecho.

Ambos tipos de contenido generalmente son fuente de inspiración para escribir con mayor o menor éxito artículos en mi blog (como este). Para llevar un control de ellos también uso Trello.

Con Trello también organizo y planifico el contenido que yo produzco.

Conclusión

(…) es una gran verdad que el movimiento engendra movimiento. El mantenerse activo implica aumentar nuestra visibilidad y por lo tanto las oportunidades. Uno no es capaz de conectar mentalmente todas las piezas, pero al final siempre se obtiene algo positivo.

He de reconocer que en mi caso y por mi profesión, este hábito de educación constante es casi un requisito si realmente quieres ser competitivo. Aún así, pienso que el cambio de mentalidad necesario es compatible con cualquier profesión ya que es la Pactitud de la persona lo que cambia, no en el profesional. Además, siempre hay algo nuevo que aprender, siempre se puede mejorar si realmente estás dispuesto a ello.

Por otro lado, el mundo tan globalizado en el que vivimos aumenta en gran medida la competitividad, por lo que un profesional que no actualice y expanda sus conocimientos de forma constante corre un serio riesgo de ser comodizado.

Además, es una gran verdad que el movimiento engendra movimiento. El mantenerse activo implica aumentar nuestra visibilidad y por lo tanto las oportunidades. Uno no es capaz de conectar mentalmente todas las piezas, pero al final siempre se obtiene algo positivo.

Por último, en mi caso, las ganas de aprender y el hábito de seguir aprendiendo que trato de mantener representan una gran ironía, ya que nunca fui buen estudiante, nunca estuve demasiado motivado. Ahora, la diferencia es que soy yo el que decido a qué dedicar mi tiempo y, a pesar de la inseguridad, el síndrome de impostor, el cansancio y todas las dificultades y pequeños sacrificios que conlleva, no lo cambiaría por nada.

Espero que mi experiencia os haya servido de algo. Si has llegado hasta aquí, te mereces un agradecimiento especial por haber aguantado las más de 2.000 palabras de este monólogo un poco bizarro en algunas partes. Gracias.

Referencias