Todos tenemos convicciones. Todos tenemos una forma de entender la realidad que nos rodea y no hay nada malo en ello. Sin embargo, la mayoría de conflictos que arrasan el mundo se producen cuando se pierde de vista algo fundamental: la forma en que interpretas la realidad es sólo eso, una forma más. Una entre infinitas posibilidades.

No hay que buscar lejos para encontrar personas que viven aferradas a sus ideas. Seguro que conoces alguna. En ellas no hay espacio para la reflexión. En su mente la duda no tiene cabida. Sus —supuestos— principios son su mayor apego y como tal, los defienden con uñas y dientes.

Se trata de individuos que han cedido su identidad y capacidad de pensar por sí mismos/as como pago pertenecer a un grupo. Desde ese momento son alimentados por un conjunto de creencias compartido y ya no pueden vivir sin su adorada doctrina. Lo que es peor, se sienten con derecho a imponérsela a otras personas.

Los reconocerás porque no dejan de repetir las mismas consignas allá donde van, como un animal amaestrado. Ello/as no necesitan seguir buscando. ¿Para qué?. Su nuevo credo tiene la respuesta a todas las preguntas.

Hoy en día, donde existen sucedáneos para todo, también lo hay para el pensamiento independiente. Estoy hablando de la ideología.

El caso es que entiendo la atracción que supone la identidad de grupo; de verdad. La promesa es tan tentadora. A cambio de tu individualidad recibes un modelo de la realidad —y un entorno que lo refuerza— donde tú eres la víctima y ellos —otros, siempre otros— son los culpables de todas tus desgracias.

En un perverso ejercicio de ingeniería inversa del pasado, de repente ya no eres el responsable de tu situación. Eres inocente de todos los cargos.

¿Quién no querría creer algo así?.

Si tú no te preocupas de buscar y experimentar, de crear tu propio conjunto de modelos mentales, conclusiones y formas de procesar la realidad (al fin y al cabo siempre habrá alguna estupidez intrascendente a la que prestar atención), seguro que encontrarás una ideología que le de sentido a tu vida.

La ideología es la filosofía de los que no tienen filosofía: la filosofía del montón. Es el sustituto barato del raciocinio. Conveniente, accesible, útil. Como un extintor ante un conato de incendio.

Observar a alguien poseído por la ideología es un espectáculo vergonzoso. Como seguro que has tenido que asistir a más de uno, no tengo que recordarte lo triste que resulta.

Si crees que tienes todas las respuestas. Si te crees mejor que los demás. Si piensas que todo se reduce a nosotros VS ellos: lo siento, estás enfermo/a de ideología.

Hazte un favor y entiende que tu conjunto de creencias más sagradas no es más que un accidente de nacimiento, influencia de tu entorno y el fruto de experiencias traumáticas.

Asúmelo.

De lo contrario, si te agarras a tus ideas e impides a toda costa que nada ni nadie las desafíe, estás limitando tu experiencia en este mundo. Seguirás empeñándote en ver la realidad a través de la pequeña rendija que te dejan tus prejuicios.

Todos cargamos recuerdos desagradables a cuestas pero, en lugar de utilizarlos para aprender de ellos, valorar, cuestionar, deshacerse de lo que no funciona y crecer; la ideología ofrece una explicación conveniente e incluso, para los más frustrados/as, una excusa para ejercer violencia disfrazada de justicia, cuando en realidad se trata de pura venganza.

Con la ideología adecuada, se puede encontrar justificación a las mayores atrocidades. El mundo ha sido (y es) testigo de ello.

En general somos conscientes de los peligros con mayor protagonismo en nuestra sociedad. Sin embargo, nadie se atreve a levantar la voz y exponer la asociación existente entre ideología y el acoso y discriminación rampantes hoy en día.

Su influencia puede pasar desapercibida, así que debes permanecer alerta.

Nunca dejes de hacer preguntas y cuestionar con un sano escepticismo tu entorno. Pero, más importante, cuestiónate a ti mismo/a y todo lo que crees —sobre todo lo que más crees. Eres mucho más que un conjunto de preceptos fosilizados. Eres mucho más que lo que pone en un libro.

No necesitas todas las respuestas ya que nadie las tiene. Quien te diga lo contrario te está mintiendo en la cara y sólo quiere aprovecharse de ti.

Lo que sí necesitas es hacer las preguntas adecuadas y la flexibilidad mental necesaria para desprenderte de lo que ya no sirve, por mucho que te duela.

De lo contrario, habrás renunciado a tu identidad: tus verdaderas opiniones, experiencias, miedos y aspiraciones. Es decir, aquello que te hace único/a.

Serás uno más, y como tal, cuando ya no resultes de utilidad al grupo, te reemplazarán por otro/a y nadie notará la diferencia.

Aunque tarde, quizás entonces entiendas que nunca has existido como individuo.

Por un instante sabrás que tú, en realidad, no estás aquí.