En un instante de lucidez se dio cuenta de que, cada vez que se encontraba con un momento libre, tenía que llenar esos minutos con su smartphone viviendo la vida de otros a través de una ventana virtual. Estando presente pero sin estarlo. Siguiendo notificaciones, estados y mensajes.
Terrible y patético a partes iguales.
Tras esta revelación y reconociendo su propia necedad, decidió que no quería seguir siendo un esclavo. Por primera vez vio con otros ojos todos esos post e imágenes de sus conocidos. De repente, lo glamuroso se transformó en grotesco. Era como si todos usasen máscaras y disfraces, poses y gestos exagerados.
Todo era artificial.
Todo era mentira.
Desde aquel momento y en la mayoría de las ocasiones, la envidia y otros sentimientos a los que ya estaba acostumbrado, dejaron paso a la vergüenza ajena.
Este artículo comienza con una historia en tercera persona que podría haber contado perfectamente en primera. Sin embargo lo he hecho para que te sientas identificado y así mi experiencia resuene más contigo.
En un mundo completamente —y afortunadamente— dominado por la tecnología, donde cada persona lleva consigo un gadget o dispositivo que le permite conectarse y consumir información al instante, es sencillo pensar que debas estar siempre conectado. Sin embargo, no lo es.
Aunque parece una idea genial, estar en contacto con tus seres queridos y amigos, en muchas ocasiones se convierte en una vorágine de falsas apariencias, hedonismo, narcisismo y un afán demostrativo constante. Lo peor de todo es que tú y yo consumimos esa información para acabar haciendo lo mismo. Es un bucle sin fin.
Desde el momento de la revelación descrita al comienzo, he ido incorporando medidas y tomando decisiones en mi vida que me han permitido salir de ese bucle. Si tú también quieres salir y recuperar tu independencia, en esta entrada compartiré esas claves contigo, pero antes necesito exponer mis motivos.
Las reglas del juego.
Cuando prestamos atención a la vida de los demás, descuidamos nuestra propia vida, afectando nuestro desarrollo presente y futuro. No es demasiado diferente a mirar a través de una cerradura o espiar por un agujero en la pared.
Dime si esto te suena: ves un comentario, haces tap/click en el usuario, accedes a sus fotos y a partir de ahí te das el festín revisando su vida. Observas, criticas y juzgas. Sólo o en compañía. Cuando ya has tenido suficiente, puedes volver a buscar otra víctima para comenzar de nuevo.
El auge de las redes sociales ha traído consigo la normalización de la crítica e hipocresía generalizada. Es un nuevo canal para que se expresen nuestros malos hábitos sociales de siempre y debes ser consciente de ello para poder ponerle freno.
Demostrar antes que vivir.
Fotos posadas, sonrisas forzadas, imágenes de algún lugar pintoresco eclipsadas por primeros planos de protagonistas que siempre se repiten. Instantáneas que parecen espontáneas, pero donde casualmente se cuela un rótulo del lugar de moda.
Ostentación. Demostración. Falsedad.
La gran mayoría no se muestra en las redes sociales tal como es sino como quiere ser y necesita ser percibido. Además, el tener un escaparate siempre disponible crea una competición por averiguar quién es el más falso de todos, es decir, publicar constantemente para que todo el mundo vea lo feliz que soy, lo bien que me siento, la cantidad de amigos que tengo, lo mucho que viajo, el poder económico que disfruto, etc.
El principal problema es que las personas tendemos a creernos lo que vemos en nuestro feed de Facebook, por ejemplo. No nos damos cuenta de que todas esas fotos y estados son artificiales, prefabricados específicamente para aparecer en tu feed, algo así como un decorado en una película.
Por decirlo más claro.
En muchos de los casos, lo que ves en tu feed no es la consecuencia de la genuina emoción de vivir una experiencia y querer compartirla. Es el resultado de la necesidad de demostración constante por una baja auto estima.
La clave no es la crítica y contraatacar con tu propio contenido aún más falso todavía, sino darte cuenta de que es mentira, simple y llanamente.
Si eres capaz de interiorizar este hecho — que todo es mentira—, sentirás lástima en lugar de celos. Verás la ridícula realidad, tal como es.
¿Por qué lo hacemos?.
Por mi propia experiencia he llegado a la conclusión de que hay una relación entre el aburrimiento (falta de propósito) y el consumo de social media. Esto quiere decir que las personas sin un objetivo y un plan para llegar al él son más vulnerables a la tentación de mirar constantemente el feed de su App social favorita.
Si lo piensas, tiene todo el sentido del mundo. Cuando tienes claro lo que quieres hacer, has dedicado el tiempo y recursos a buscar la forma de conseguirlo y tratas de aprovechar toda tu energía en ese objetivo, es muy complicado que de repente quieras invertir tu valioso —y escaso— tiempo mirando lo que hacen —o dicen que hacen— otras personas. Estás centrado en ti, en tu presente y futuro, no en los demás.
Si realmente sabes lo que quieres, si de verdad estás obsesionado con aprender, conocer y experimentar – es decir, crecer- aprovecharás cada momento libre para dedicarlo a ese objetivo.
Por ejemplo: si te encuentras esperando el autobús, arrancarás Pocket y seguirás leyendo ese artículo tan interesante que aportará un valor masivo en tu vida, en lugar de cualquier feed social.
Estado reactivo.
Otro de los perjuicios del estar siempre conectado y siempre disponible en el mundo social online es la constante pérdida de concentración.
Tras recibir una notificación lo más probable es que pares lo que estés haciendo —primer error— para ver de qué se trata. En el mejor de los casos tardarás entre quince y veinte minutos en recuperar el nivel de concentración que tenías antes de la notificación. Ahora multiplica este hecho por cinco, diez o veinte ocasiones a lo largo del día.
Tras recibir esa notificación o revisar tu feed, tu mente entra en estado reactivo y necesitarás más de lo mismo durante el día.
Otro like más. Otro comentario más. Otro mensaje más, etc. Es francamente complicado desarrollar un trabajo notable en esas circunstancias.
Para lo que sí sirve.
Quizás te estés preguntando, ¿no hay nada positivo en las redes sociales?. Sí, lo hay. El problema es que en este caso ocurre lo mismo que con el correo electrónico: se utiliza mal.
Estar en contacto con personas a las que quieres, pero que están a muchos kilómetros de distancia, es simplemente genial. Encontrar oportunidades laborales, o de cualquier tipo, y poder optar a ellas es muy positivo. Rodearte de personas con gustos y personalidad afín es increíble.
Sin embargo, no te engañes:
- Cotillear las fotos de otra persona mientras la juzgas y criticas es nocivo —sobre todo para tí.
- Llegar a la conclusión de que todos los demás tienen una vida mejor que la tuya en base a sus publicaciones es un error gravísimo que te pasará factura (¿no lo está haciendo ya?).
- Querer aprovechar cualquier experiencia para sacar un rédito social de ella arruinará la experiencia en sí.
Cómo dejar de fingir:
Al tratarse de un hábito muy arraigado, abandonar, bajar el ritmo o sencillamente aproximarte al social media con otra actitud, es un trabajo duro que requiere tiempo. Basándome en mi propia experiencia, me atrevo a darte algunos consejos:
Averigua lo que quieres hacer con tu vida.
No, no me refiero a buscar un trabajo, una pareja, una vivienda o a lo que se supone que debes de hacer a tu edad. Me refiero a algo más profundo.
Me refiero a lo que de verdad quieres.
Debes hacerte las preguntas existenciales que el ser humano lleva haciéndose durante miles de años en lugar de rehuirlas.
Desde ahora mismo tu prioridad debe ser buscar un objetivo, una meta y trazar un camino para llegar a ella.
Si la meta es lo suficientemente grande para motivarte de verdad, todas tus acciones estarán alineadas con ese propósito final y sencillamente ni se te pasará por la cabeza dedicar tu atención a las acciones de los demás.
Corta por lo sano donde te haga falta.
Elimina de tu smartphone la App social que más utilices. Así de sencillo. Puedes utilizarla en tu ordenador personal, pero debe desaparecer de tu móvil.
El objetivo de esta medida es que pongas un poco de distancia entre tí y el foco del problema. En ocasiones es necesaria la perspectiva para poder valorar y entender lo que ocurre.
Si lo ves conveniente, en su lugar instala Pocket, InstaPaper o cualquier App que te permita consumir contenido que previamente has guardado y, sobre todo, que te acerque más a tu objetivo, a tu meta.
Retro-alimenta tu obsesión.
Personalmente estoy convencido de que cierto grado de obsesión es indispensable para tener éxito en lo que te propongas.
Supongo que estarás de acuerdo conmigo en que no vamos a llegar lejos con pensamientos ordinarios, decisiones estándar y acciones razonables.
Si aplicas los consejos anteriores ahora tienes uno o varios objetivos y dispones de más tiempo y atención. Usa estos recursos para perseguir tus metas.
En ocasiones tendrás menos tiempo: no pasa nada. Haz lo que puedas ese día, aunque sean unos minutos.
Al finalizar tu día, podrás considerarlo un éxito si has hecho algo, por pequeño que sea, que te acerque a tu meta.
El movimiento engendra más movimiento. La percepción del progreso aumenta la motivación. Alimenta constantemente esta obsesión consumiendo, aprendiendo, experimentando y llevando a cabo lo que aprendes.
Una vez comiences, no podrás parar.
Conclusión: por favor, recupera tu vida. Ahora.
Al comienzo de este artículo te dije que expondría qué es lo que me ha funcionado, lo que me ha ayudado de verdad a ver la realidad de otra forma. Además de los consejos que espero te ayuden, he dejado para el final —a propósito— la pieza del puzzle definitiva. También la más dura:
Te vas a morir.
Tener claro que mi existencia es finita; entender que los días, semanas y años pasan demasiado rápido; comprender que dentro de poco ya no estaré aquí, me ha ayudado a querer vivir mi propia vida, no la de los demás. Me ha empujado a definir mis propias reglas, no las de los demás.
No te queda tanto tiempo como el que crees. Debes tomar la decisión de recuperar tu independencia y hacer lo que casi nadie hace: vivir su vida bajo sus cánones y no prestar atención a los demás, en un enorme FUCK YOU al sistema.
No caigas en la trampa de creer todo lo que ves. Las apariencias engañan.
Todo el mundo está jugando a aparentar ahora mismo, pero si te revelas ganarás a largo plazo porque serás la persona que dejará un legado.
La persona a la que recuerden cuando ya no estés aquí.