Fruto de mi propia experiencia he llegado a la conclusión de que la mayor causa de infelicidad proviene de intentar controlar lo que no está bajo tu control. Veo incontables casos a mi alrededor. También en mí mismo. Desde luego, no soy el primero que lo piensa.
Hace casi dos mil años Epictecto, el esclavo y más tarde destacado filósofo, comenzó su Enquiridion (pequeño manual) con las palabras que forman el trozo de filosofía estoica probablemente más conocido:
En cuanto a todas las cosas que existen en el mundo, unas dependen de nosotros, otras no dependen de nosotros. De nosotros dependen; nuestras opiniones, nuestros movimientos, nuestros deseos, nuestras inclinaciones, nuestras aversiones; en una palabra, todas nuestras acciones. Las cosas que no dependen de nosotros son: el cuerpo, los bienes, la reputación, la honra; en una palabra, todo lo que no es nuestra propia acción. Las cosas que dependen de nosotros son por naturaleza libres, nada puede detenerlas, ni obstaculizarlas; las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, dependientes, sujetas a mil obstáculos y a mil inconvenientes, y enteramente ajenas.
Las huellas del paso de Jesús por el mundo todavía estaban frescas cuando Epictecto dictó estas enseñanzas a su discípulo Arriano. La idea de que no puedes —ni debes— controlarlo todo es tan antigua como el propio individuo. Aun así lo sigues intentando. Todos lo hacemos, aunque sea de forma inconsciente.
Si quieres comenzar a ser libre debes desprenderte de la falsa creencia de que posees el control de tu vida y de todo lo que te rodea. Por mucho que te lo hayan hecho creer, no lo tienes, nunca lo has tenido y nunca lo tendrás.
Existen aspectos que sí están bajo tu control: tus acciones, emociones, pensamientos y palabras. Ahí acaba tu control. El resto no lo está. ¿Acaso no es liberador?.
No puedes controlar el amor o la simpatía que otra persona siente hacia ti. No puedes controlar el nivel de respeto que tu familia te profesa. No puedes controlar las idas y venidas del mercado y la economía. No puedes controlar el comportamiento de tus células para ordenarles que no crezcan sin control formando un tumor.
¿Quiere eso decir que es mejor tirar la toalla como ser humano y abandonarse al nihilismo?. No, y es vital que entiendas el motivo.
No controlas el resultado, pero sí el proceso.
No puedes comprar el amor de otra persona, pero sí puedes poner toda tu energía en ser la mejor pareja, amigo o compañero posible. No puedes controlar lo que tu familia piense de ti, pero sí puedes hacer el mayor esfuerzo en ser la mejor madre o el mejor padre para tus hijos y estar presente para ellos/as. No puedes controlar la economía, pero sí puedes dedicar tiempo y recursos a establecer una base sólida que te permita soportar cualquier sorpresa desagradable. No puedes ordenar a tu cuerpo que se mantenga siempre sano, pero sí puedes ser una persona con hábitos saludables a nivel físico y mental.
En su libro “El Arte de Buena Vida: un camino hacia la alegría estoica”, William B. Irvine explica el concepto de tricotomía del control: hay cosas que puedes controlar, hay otras que no puedes controlar y, por último, existen otras donde tu control se acaba en el proceso, es decir, las acciones del día a día que te lleven a tus objetivos, no conseguir el objetivo en sí.
Aprende la distinción y no la olvides nunca. De lo contrario caerás en la frustración y la miseria. ¿Cómo si no viviría alguien que piensa que puede controlar la naturaleza cambiante del universo?.
Recuerda las palabras de Epictecto milenios atrás. Desprecia con la mayor indiferencia lo que no está en tu mano controlar y aléjate de quien intente hacerte creer qué si lo está.
Deja que los demás sigan jugando a vivir una existencia basada en las apariencias. Siempre demostrando. Siempre fingiendo.
Pon toda tu energía y atención en lo que sí puedes controlar: tus pensamientos, emociones y acciones. Guárdate de determinadas influencias externas que todos llevamos en el bolsillo. Protege y nutre con estímulos adecuados tu ciudadela interna. Trata a los demás con respeto y compasión.
Saborea el presente con intensidad. Aquí y ahora. Todo lo demás es falso. Todo lo demás es una ilusión.
La ilusión del control.