Con el 2015 ya formando parte del pasado, es un buen momento para echar la vista atrás y hacer un pequeño balance de las experiencias vividas tanto a nivel personal como profesional.

Como es lógico e imagino que le ocurre a todo el mundo, en este año se han dado situaciones “buenas” y “malas”. Es aquí, al tratar de catalogar las experiencias vividas, donde entra el primer principio que he experimentado y he hecho mío en el 2015.

Nada es absoluto. Todo es relativo.

Estoy convencido de que el 99% de lo que se supone es importante, no lo es.

Tras casi cuatro años de insonorización (no leo prensa, ni veo TV, ni escucho radio) este año he sido más consciente que nunca de las enormes distracciones a las que somos sometidos.

Deporte, política y religión son utilizados para ofenderse y ofender a los demás porque la mayoría de personas tenemos una opinión absoluta sobre estos temas. Algo inviolable e inmutable por lo que vale la pena discutir y ser infeliz.

Si algo me ha enseñado el 2015 es que todo es relativo. Relativo al momento; relativo al contexto; relativo a las circunstancias. Todo está sometido a un cambio continuo: nosotros, el entorno, el mundo entero; por lo que no tiene sentido agarrarse demasiado fuerte a nada porque por mucho que lo hagamos nadie puede frenar ese movimiento.

Pensar de esta forma me ha permitido dedicar más tiempo a aprender e investigar sobre diversos temas de índole personal y profesional. Gracias a ello, soy más consciente que nunca de mi propia ignorancia, lo cual me ha ayudado a ser más precavido a la hora de expresarme.

Me siento genial al reconocer que no tengo opinión sobre los grandes temas candentes sobre los que todos hablan, ni la quiero tener. No tengo un código moral basado en un libro o filosofía, ni lo quiero tener.

Quiero pensar que salgo del 2015 con una mentalidad un poco más abierta, más tolerante conmigo mismo y con los que me rodean.

El momento es lo único importante.

A mediados de año descubrimos que Guizmo tenía leucemia felina y todo cambió desde entonces. No tuvimos vacaciones de ningún tipo y desde aquél día nuestra atención plena ha estado dedicada a hacer todo lo posible para que Guizmo salga adelante.

Es difícil escribir esto porque hemos sido educados de una forma muy particular en referencia a la enfermedad, pero —lee bien— estoy agradecido a la leucemia porque me ha ayudado a darme cuenta de lo único que tiene importancia: vivir el presente, estar consciente en cada momento y disfrutarlo.

Nadie sabe cuándo vamos a morir. Puede ser mañana, puede ser dentro de muchos años. Nadie puede anticipar las circunstancias futuras. Lo único que podemos hacer es elegir cómo vivir esas circunstancias y reaccionar ante ellas.

Espoleado por la ansiedad provocada por la situación de Guizmo, en el 2015 he adquirido el hábito de meditar diariamente. Ser un poco más consciente ha impactado en todos y cada uno de los aspectos de mi vida de forma muy positiva. No imagino mi día a día sin mis 15 ó 20 minutos de meditación. Gracias a este hábito diario comenzando en 2015 y continuando en este año, me he propuesto simplemente estar. Es el mejor regalo que puedo hacer a la gente que me importa y que quiero: estar presente, conscientemente.

Las ideas, por si solas, no tienen ningún valor.

En 2015 he sido capaz de vivir el proceso de llevar a cabo una idea. Desde el concepto mental, pasando por la planificación y desarrollo hasta la publicación.

Gracias a esta experiencia me he dado cuenta de que las ideas no son gran cosa. Todos tenemos ideas, algunas de ellas muy buenas, unas pocas geniales. Lo realmente importante —y difícil— es convertirlas en acciones tangibles que se transformen en un producto, en una experiencia. Ese es el único mérito.

Estoy muy orgulloso de mí mismo por haber sido capaz de hacerlo —no lo he hecho solo— y me siento profundamente agradecido a las personas que me han animado a hacerlo posible, así como a los compañeros con los que sigo trabajando en el proyecto.

Traer a la vida una idea ha despertado un lado más creativo, desconocido para mí. De repente tengo más ideas para más proyectos para el 2016. Ahora sé que soy capaz de ejecutarlos de principio a fin.

Un hogar es mucho más que un inmueble.

Durante el 2015 he vivido dos procesos de mudanza, algo completamente atípico.

A principios de año mi pareja, nuestros tres gatos y yo —mi familia— nos mudamos con mucha ilusión a un piso nuevo en el barrio cool de Valencia. Dos semanas después ya estábamos buscando otro piso por el comportamiento incívico de una vecina y sus criaturas, los cuales nos hicieron la vida imposible.

Te puedo asegurar que la sensación de no querer ir a tu recién estrenada casa, es devastadora. En apenas unos días pasé de la ilusión a la incredulidad para luego sentir mucha —muchísima— rabia e impotencia.

Sin embargo e igual que en el caso de la enfermedad de Guizmo, estoy muy agradecido a esa experiencia porque gracias a ella me he dado cuenta de que lo importante no es el barrio, ni el edificio, ni los muebles; de nada sirven si no estás a gusto.

Mi verdadero hogar está donde se pueda convivir, descansar y disfrutar con mi familia. En nuestro caso resultó estar casi en las afueras de Valencia, algo que en un principio descartamos completamente. Una buena cura de humildad.

No puedes anticipar tus circunstancias, pero si puedes darles un sentido.

En muchísimas ocasiones durante este 2015, al acercarme a Guizmo me he preguntado: ¿por qué?, ¿cuál es el sentido de esta situación?, ¿cómo es posible que un ser tan inocente tenga una enfermedad como esta?.

Me costó pero acepté el cambio de prioridades, las visitas continuas al veterinario y la atención obsesiva a su estado. Siempre de forma automática, sin entender el porqué de todo. Mi mente no dejaba de darle vueltas a lo único que no comprendía: lo irracional e injusto de la enfermedad.

Afortunadamente yo mismo he llegado a responder a mi pregunta: No hay sentido. No hay motivo. No hay justicia. No es nada personal. Son únicamente matemáticas, probabilidades.

A Guizmo le ha tocado, y no hay más. Un pensamiento tan liberador como desolador. Por eso, en ocasiones entiendo a las personas que necesitan creer en una entidad superior porque así encuentran sentido a lo que les sucede, aunque para mí la dura verdad es que no lo hay.

Lo maravilloso es que yo, como ser humano, puedo darle un sentido a lo que me ocurre. En mi caso y en el de Guizmo, yo he decidido hacer que su enfermedad valga para algo, tenga sentido. En colaboración con personas voluntarias, y animalistas estoy desarrollando una herramienta que ayude a acercar a animales sin hogar a posibles adoptantes. La herramienta se llamará “Guizmo”.

Mi intención es que la leucemia de Guizmo sirva para mejorar la calidad de vida de muchos animales como él. Ese es el sentido, mi sentido.

Conclusión.

2015 ha sido un año muy intenso, cargado de lecciones y de aprendizaje. Las circunstancias y situaciones vividas en él me han enseñado muchas cosas y por ello estoy agradecido.

Siento que no soy el mismo Juan que a principios del 2015 y eso es lo único que le pido al 2016: poder seguir cambiando.

Espero, lector/a, que mis experiencias te sirvan de alguna forma y puedas encontrar en ellas algo que te ayude. Aunque un poco tarde, ¡feliz entrada de año!.