Nada ocurre cuando tienes “todo el tiempo del mundo” o planificas para “algún día”.

El otro extremo tampoco es agradable. El estrés por llegar a tiempo cuando todo está en contra.

El resultado se resiente en ambos casos.

Uno saca lo mejor de sí cuando existe un equilibrio. Ni flexibilidad total ni pasar noches sin dormir.

Cuando me enfrento a algo por primera vez multiplico por dos el tiempo que creo que me costará.

Luego se trata de avanzar pequeños pasos cada día y no perder de vista tu objetivo. Ya he hablado de esto en Maestría.

Todo trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible. Esa es la ley. Y es cierta.

Solo tienes que echar la vista atrás para darte cuenta de que cuando tenías todas las vacaciones de verano para realizar ese proyecto, este nunca vio la luz.

Así mismo, cuando pensabas que era imposible finalizar todas esas tareas en un fin de semana, sin saber cómo, pudiste.

Cada día estoy más convencido del peligro de dividir tu atención. De no decir no a oportunidades interesantes para decir sí a las oportunidades que realmente merecen la pena.

No solo se trata de producir resultados, sino de disfrutar del proceso. Para eso se requiere tiempo y dedicación continuada.

Como te comenté hace poco: solo una cosa.