No importa si es el inicio de un nuevo proyecto, un nuevo puesto de trabajo, un examen importante o la fecha de publicación de tu primer producto, muchas veces nos acercamos a los eventos más trascendentes de nuestra vida con la mentalidad equivocada.
En lugar de curiosidad y ganas de extraer lo máximo de la experiencia, nos ponemos en lo peor. Dicho de otra forma. ¿Cuántas veces piensas que vas a fallar antes de siquiera empezar?.
Esta es una insidiosa forma de auto-sabotear nuestra experiencia humana, de ponernos trabas donde no las hay. Tenemos tanto miedo a tener éxito que preferimos ir por lo seguro o ser realistas, planificando el fracaso.
Es muy complicado crecer si vives la vida con recelo y desconfianza hacia ti, y por ende hacia los demás.
La buena noticia es que existe otra forma de vivir. La mala es que te va a costar implementarla en tu vida.
Primero, debes entender y aceptar que ciertamente todo puede ir mal —aunque el concepto de bien y mal solo existe en tu cabeza. Aun así contempla de frente ese escenario y traza un plan “b” que te permita seguir a flote. A partir de ahí, debes centrar toda tu atención en el proceso, no el resultado.
¿Por qué?. Porque es lo único que controlas: tu práctica.
Cuando inevitablemente esos pensamientos o influencias negativas intenten hacerte sentir inferior, date cuenta de que solo son pensamientos, no hechos.
Los hechos son indiscutibles: el desastre es posible, pero también lo es que puedes brillar en tu nueva profesión, aprobar con nota el examen o ayudar a millones de personas con tu contenido. Reconócelo, también es posible. No lo olvides.
No importa tu edad o experiencia, es vital que cultives y mantengas una mente flexible, libre de dogmas y prejuicios.
Una mente de principiante.