¿Por qué cuesta tanto actuar?. ¿Por qué ese primer paso se sigue resistiendo?.
No es por falta de información: conoces de sobra lo que tienes que hacer, y si no lo, sabes dónde encontrarla.
Tampoco es por falta de tiempo: todos/as sin excepción podemos dedicar media hora al día a algo nuevo.
¿Por qué es entonces?.
Por la emoción más poderosa. Aquella que lleva contigo desde un día dejaste de soñar y te hiciste adulto/a de repente: el miedo.
Miedo a lo desconocido. A ese camino que, aunque potencialmente mejor para ti, está por explorar.
Aunque las oportunidades se presenten una y otra vez es necesario aceptar la incomodidad, alzar la mano y hacerte visible.
Lo estás viendo a tu alrededor. Ya no hay nada seguro (en realidad nunca lo hubo). ¿A qué esperas para comenzar ese curso, iniciar esa conversación, realizar esa llamada, enviar ese correo, grabar ese podcast o editar tu primer vídeo?.
¿Cuánto más puedes esperar para ser tu mejor versión?. ¿Cuántos días, semanas y años te quedan para explorar y explotar tu potencial?.
Esperamos porque realmente tenemos miedo. Es preferible lo conocido —pero mediocre— a lo desconocido. Aunque en este último esté la vida que siempre has soñado.
Pero, ¿sabes qué?: te he mentido. El problema no es el miedo. De hecho, haces bien teniéndolo.
Miedo a seguir en ese trabajo de mierda un solo día más. Miedo a dejar morir una relación agonizante. Miedo a continuar rodeado de personas que detestas. Miedo a no reconocer lo que tus valores y a expresar tu punto de vista, a pesar del dogma dominante. Miedo seguir siendo alguien lleno de talento, aristas y cosas que te hacen único/o, pero que nadie ve.
Miedo seguir malgastando un tiempo que no tienes.
Miedo a seguir muerto/a en vida.
Ese es el miedo que debes de tener.
Deja que te empuje a dar el primer paso, ya que —te lo aseguro— nunca llegará el momento ideal o las circunstancias adecuadas.
Acción imperfecta, urgente, consistente y en una única dirección.
Sin mirar atrás.